POEMAS 1999

PESCADOR

Pescador, que vacías tus redes en el mar,
que confundes tu oficio yendo a pescar,
te levantas de madrugada lleno de ilusiones,
pensando en acabar bien la jornada,
llegas al mar y allí te invitan las olas,
se levanta ante ti el telón de la pesca.
Pero, pescador, sabes que la noche es larga
y que aún habiendo peces bajo el agua,
lanzas las redes por los lados y no sacas nada,
echas por la borda de la barca tus ilusiones,
cuando tus redes ya van saturadas.
Pescador, así con tus redes ya vacías,
cuando nada te ha de saciar en la vida,
cuando tus ojos se dirigen hacia la orilla,
alguien te pide una cosa muy sencilla,
que devuelvas al mar tus redes vacías,
que confíes y pesques lo que no has pescado
y hallarás aquello que tanto has anhelado
así con tus redes vacías las echas ambos lados
tu barca se hará tan pesada, con tanto pescado
que tendrás que volver a la orilla a nado.

 

TE CUENTO

Te cuento mis penas y lamentos,

te cuento del uno mi ciento,

te engrandezco mi pequeñez,

porque todo duele otra vez,

todo parece demasiado pesado.

Te lo cuento mirando a otro lado,

engañándome por no ser sincero

porque te hablo de mis miedos

de lo que es mío y no tuyo,

cuando soy tuyo por entero.

Te hablo de mí en mi silencio,

porque no soy nada, no muero,

sólo hablo por contarte algo

por decir que tengo un miedo

cuando de verdad no tengo nada

nada, si no puedo serte sincero,

si no puedo abrirte mi vida,

si no puedo decirte que te quiero.

 

¡A ESE NO, JERUSALÉN!

Escucha, Jerusalén, a tu pueblo,
escucha el grito de la plaza
¡Crucifícale, a ese, crucifícale!”
Escucha que dicen mi nombre,
que ya me asignaron la cruz,
que ya me ponen las cadenas.
Pero escucha a tu pueblo gritando:
“¡Libérale, a ese no, libérale!”.

 

Mira, Jerusalén, que me liberan
que yo mentí, que ya llevo cadenas,
que pusieron la cruz en mis hombros,
pero mira que ahora me liberan.
“¡Crucifícale, a ese, crucifícale!”

 

Mira que cogen a un inocente,
a uno que ha sanado a la gente,
a aquel que está entregando su vida
y que se está abrazando a la muerte.
“Crucifícale, Jerusalén, crucifícale,
al Hombre, a ese Hombre, crucifícale”

Pon mi cruz sobre sus hombros,
pon su Nombre en mi cartel.
Crucifica al Rey de los Judíos
al Rey de cuántos yo engañé.

 

Mira, Jerusalén, que se le llevan,
que yo me quedé en la plaza,
que a mí me han dejado solo,
porque todos se han ido tras Él,
quieren ver cómo muere el Hombre,
asegurarse de que le crucifican a Él,
pero es a mí a quien me clavan,
porque Él me carga en sus hombros
es mi cruz la que lleva su sangre,
no me deja que me muera aquí solo.

 

VEN A SACARME

Ven al sepulcro y retira la piedra
ven a sacarme y no dejes que muera
aunque mi herida se profunda
aunque mi dolor sea de sangre y arena
Ven, aunque aún esté anocheciendo
aunque prefieras no conocer mi amanecer
retira la piedra que hay en la cueva
aparta la piedra que me impide salir.
Ven, escucha los arañazos de mis manos
mira cómo las paredes cambian de color
no eres tú la que me está haciendo daño
si tú no condenas para privarme de amor
Ven, que ahora te estoy suplicando
que no me postraré a tus pies
tan solo quisiera salir de esta cueva
quisiera salir para no tener que volver.