Cuando no puedo parar, escribo,
la mente se apodera del cuerpo,
mis manos acarician el papel,
va saliendo fuego de mis dedos,
andando a tientas para no ver.
Cuando no puedo parar, escribo,
saltan poemas alegres en el aire,
la inspiración pone muros a todo,
me encierra, me deja aquí solo,
cada letra es un segundo del tiempo,
un minuto de lento aislamiento.
Cuando no puedo parar, escribo,
izo en el mástil la bandera de guerra,
declarándole la guerra a mi enemigo.
La batalla es a muerte, no hay vencidos,
pero salgo muerto o muero herido.
Y no puedo escapar y lo intento,
me siento atrapado en tu mundo,
viendo paisajes a través de tus ojos,
me veo a mí escribiendo poemas,
cuando mis labios te lanzan un grito.
"¡Detente, mi verdugo, déjame salir,
que me estás arrancando la vida,
me privas de las ganas de vivir!"
Te cuento mentiras para engañarte,
para apartar tus ojos de mí y salir,
pero tus ojos dominan mi cielo,
mi noche aún no ha llegado a ti.
Temo encontrarte también en la luna,
temo que ni mi muerte me deje huir
Hablamos, pero no hay palabras;
discutimos y no hay tortazos;
nos matamos y no hay delito...
Nos decimos de todos. ¡Lo nunca escrito!
Pero quien lo ha oído es sordo,
¡quién lo cuenta no tiene pico!
Hablemos una vez sin miraros,
espalda contra espalda, un duelo,
que la voz no siembre flores en el suelo.
Si te das la vuelta, huirán las palomas,
lo que te cuente será mentira, de broma
y, si eso te molestase, entonces, perdona.
Discutamos tú y yo sin más testigos,
en el océano, mientras nos hundimos
sin tabla de salvamento ni ropa de abrigo
Si te sientes morir, yo te rescato,
moveré las piernas como un pato,
mi muerte avanzará la tuya un rato.
Matémonos con armas de fuego,
que sólo dispare quien sea certero,
morirá antes quien no sea sincero
Si no me vas a matar, no dispares,
no cargues tus armas con verdades,
porque no escuchándote ya me muero.
Si me das la espalda, habla, te escucho,
pero habla con tu voz, no con silencios,
no le pidas a tus ojos que pregunten,
no le pidas a tus manos que me atrapen,
no te busques padrinos para este duelo,
porque no necesitas agujeros en el suelo.
Habla, que quiero sentir tus palabras,
que siento que tus labios se mueven,
pero te dije que soy sordo y no me oíste
que soy mudo y no me has llegado a hablar
que, como siempre, yo lo digo todo
que hasta ahora nada tengo que ocultar.
Si me miras, me matas, y el muerto no habla,
si me miras, te miento y niego la verdad
Habrá de morir quien antes no sea sincero
y por esta muerte al otro le condenarán
Si quieres morir, muere, pero con dignidad
mis armas están cargadas y no quiero disparar.
Joróbate ahora, mi malandrín
que tiendes sábanas en el jardín
¡Cómo no pusiste pinzas en su momento,
ahora se las ha llevado el viento
y volando han llegado hasta mí!
Desordena el verso, mata la poesía
Escribir como quiero es mi alegría
¡Anda y que te den!, por darte algo
pues nadie ha de tener nada para ti,
si sigues tendiendo sábanas en el jardín,
atando una cuerda de rama en rama,
con un extremo aquí y el otro por allí,
como mago sacando algo de la chistera,
de dónde saca conejos, flores o lo que sea.
Y te pones la chistera por sombrero
atravesada por la certera flecha del arquero,
y tu magia desaparece. Ya no la quiero.
Joróbate, malandrín, si te soy sincero.