POEMAS 2000

COSAS DE MUJERES

Volvía a cantar el gallo en la mañana,

su canto anunciaba que el día empezaba

y aún los hombres estaban en la cama.

Pero en una noche así no se podía dormir,

hay que velar, esperar a que llegue el alba,

que el gallo se vuelva a subir la tapia

porque la noche se ha hecho para esperar.

Y con el alba las mujeres salen al camino,

corriendo llevan frascos de aroma consigo,

llevan aromas a aquel que un día murió,

aquel que murió cuando el gallo no cantó.

Se preguntan inquietas por la piedra,

aquella que en la tarde el sepulcro cerró,

porque siendo mujeres se sienten sin fuerzas,

pero esperan embalsamar al Hijo de Dios.

¡Cosas de mujeres¡, algún hombre sentencia,

sólo a ellas se les ocurre salir tan temprano,

ir a cuidar de aquel que el viernes murió,

a un muerto que tras aquella roca se quedó,

Pero la noche se ha hecho para esperar,

para ser mujer que espera con impaciencia,

que entiende de cariño y no de indiferencia,

para no dormir sabiendo a dónde a de ir.

Y al llegar encuentran la roca movida,

que la cueva del sepulcro está vacía,

que algún ladrón les robó la impaciencia,

porque el cadáver que buscaban allí no está. 

¡MUJER TENÍA QUE SER!

¡Mujer tenía que ser ante el sepulcro¡

Tenía que ser ella en el amanecer,

porque los hombres aún tenían miedo,

habiendo visto, prefirieron no ver,

habiendo oído, se hicieron los sordos,

habiendo huido, temían así volver.

Pero la mujer acudió al sepulcro

regresó porque aún tenía que hacer,

porque la tarea no había acabado,

cuando llegó a su vida aquel anochecer.

¡Mujer tenía que ser y no hombre¡

Pecadora, traidora y más penitente,

con el dolor en el corazón y en la mente,

con el perdón brillando en su frente,

por eso salió temprano a acabar la tarea,

aquel deber que aplazó el anochecer,

era viernes de noche y el sábado no pudo ser.

Y al llegar encontró la piedra movida,

el sepulcro abierto de par en par,

pero ella no vio en esto su pecado

y busco a su redentor por todos lados

Le preguntó al labrador y al ángel,

quiso saber dónde se lo habían llevado.

¿Dónde está el cadáver que vino a buscar?

¿Quién llegó antes que ella y pudo entrar?

Ciega se sentía, pues no le reconocía,

perdida, cansada, pues le faltaba la vida,

se habían llevado a su Redentor del mundo

lo habían robado de donde ella lo tenía.

¿María, no le has encontrado todavía?

Mírale, es aquel, tu redentor volvió a la vida,

con su muerte te ha redimido de tu pecado

y tú, con su perdón, tu vida has cambiado,

porque fuiste tú la que salió a buscarle,

pero ha sido él quien te ha encontrado.

 

ERA DE NOCHE

Era de noche en la misma calle,

al salir del cenáculo, la noche,

tras la Eucaristía, la oscuridad,

pero esta noche no es la de Judas,

en tu noche hay también claridad,

en la noche hay llanto y fatiga,

un dolor que cada vez va a más,

una pena que te comprime al alma,

un cáliz que no te deja respirar,

pero en tu noche hay claridad.

Tus pasos van tras la luna llena,

tu destino es ir al huerto a rezar,

Tú no vas a traicionar al hombre,

sales del Cenáculo para irle a buscar,

para decirle que hay brillo en la luna,

que has vivido para después resucitar,

para sufrir en la Oración del huerto,

pero hasta tiene límites el desierto,

porque tiene luna toda oscuridad.

La luna nos dice que vas a resucitar,

que no hay noche para no perdonar.

¿SERÉ YO, SEÑOR?

¿Seré yo, Señor? ¿Acaso seré yo?

Porque tu mano estaba en el plato

y tus ojos se clavaron en mí.

Dime si soy yo quién te traiciona,

aquel que en la noche va a salir,

lo que he de hacer que lo haga pronto

la impaciencia, la prisa sin espera,

que me ha llegado ya el momento,

para mandarte pronto al sufrimiento.

¿Soy yo, Señor?. ¿Acaso me dices a mí?

Pues dile a Juan, dile que me quedo,

que me importas Tú y no ese dinero,

que, si conoces mi traición, la olvidas,

que esta noche me quedo para amarte,

que saldré corriendo, si te atrapan

que te negaré, cuando me pregunten.

Dile a Juan, que yo me voy a esconder,

que les diré que no he llegado a conocerte,

pero que lloraré amargamente mi mentira,

que me iré detrás de ti hasta el calvario

culpándome yo al sentir sobre mí tus heridas

pero esperaré a que salgas vivo tras el sepulcro,

estaré esperando que formes parte de mi vida.

MUJER

¡Ni madre ni virgen, sólo mujer¡,

Así fue como te llamó aquel

Mujer, aún no ha llegado mi hora.

Mujer, mira, ahí tienes a tu hijo.

¿Cómo te he de llamar yo, María?

¿Cómo te han de llamar mis labios,

si para mí ya ha pasado la hora,

si no tengo hijos que entregarte?.

Mi hora fue la suya y ya pasó,

mi hora es ahora, en tu corazón,

en este instante, teniéndote delante

y el tiempo avanza estando aquí

¿Mujer, aún no ha llegado mi hora?

Te pregunto, me acerco a ti,

te hago poseedora de mi tiempo

porque mi hora ha de ser así

Haced lo que Él os diga, me dices.

Mujer, aún no ha llegado mi hora

Pero tú, como madre, eres la Señora,

la dueña del tiempo, de mi momento.

Desconocías su Hora al llamarte mujer

pero como madre te fiabas de Él

como Virgen, no tienes pecado

y por tus obras eres madre de la fe.